Saturday, February 25, 2006

 

Rocío, Rocío, despierta…

Caralvá

Mi muñeca amaneció muerta, algo había sucedido dentro de ese sueño… ¿qué era ese sabor amargo que me quemaba la boca? entonces caminé hacia mis juguetes, caminé hacia ese bosque diminuto; al lugar donde me esperan por siempre los pequeños seres que viven conmigo al tocarlos, ahí se esconden en los espacios construidos entre juego y juego.
Vi mi palacio de vértigos, el abraxas de los solitarios, el horizonte de los elegidos, el limbo de los iniciados, todo ello tal como lo dejé ayer, un sitio pleno de movimiento permanente que me provoca muchísima alegría, todo animado, lleno de vida, pero mi muñeca estaba congelada, sin parpadear, con sus grandes ojos muy fijos, sin expresión, parecía una muñeca como las demás - le pedí, como en ocasiones anteriores, que me hablara, que me contara el cuento que iniciamos ayer, pero ella prefirió seguir en silencio - sin movimiento ¿por qué no me hablas? ¿te hice algo? ¿estás enojada?..
Entonces me sumergí entre los juguetes que se agrandan o empequeñecen a voluntad, ellos me hablan, siempre me hablan, tal y como lo hemos hecho durante tanto tiempo.
A lo lejos escucho las cajas de música, de esas electrónicas, tín, tín, tín, tín, con su musiquita, así entre sonidos y muñecas, flotan carruseles de colores, juegos mecánicos, encuentros desesperados, mundos fantásticos que atrapan la realidad, a veces no puedo distinguir entre uno y otro, creo que ese mundo también da miedo porque en su estómago uno se pierde y llora.
Ayer en el laberinto de rosas, me encontré flotando sobre un escarabajo de diamantes, vagaba por cumbres de gelatinas, por inmensos desiertos de ciudades idólatras, sin embargo al paso de ese insecto cristalino, se detenían millones de relojes en todos los tiempos, se detenían incluso los relojes que medían el ritmo de los límites universales, relojes que tienen otros tiempos, extraños relojes que miden las respiraciones de los universos.
Las montañas en ese reino están diseñadas para ser vencidas.
Mi escarabajo abre sus alas transparentes y con él me enfrento a mi destino, le llevo donde nadie ha estado antes, donde lo imposible es tan cotidiano que se transforma en realidad, ahí vamos, ahí estamos, sin límites.
En el fondo de un valle terriblemente esmeralda, niñas y niños se divierten en una ronda gigantesca, corren, gritan, hacen miles de juegos, la vida es un juego ¿o no?, claro que los adultos creen que ya no juegan, pero lo siguen haciendo en sus sueños; los niños de ese valle, también tienen escarabajos diamantinos, esos niños no necesitan al tiempo, por eso pueden desafiar los sueños.
El laberinto de rosas esta lleno de espejos, ahí se reflejan miles de rostros, miles de imágenes, las mejores son las de los payasos, es que ellos me hacen reír, uno de ellos apareció con sus ojos pintados de azul, con una boca negra y blanca muy grande, su nariz es un botón rojo, su pelo negro es como el Principe Valiente, tiene un sombrerito diminuto que parece un adorno de bebé, parece muy serio, sin una sola sonrisa, entonces hace una mueca, ¡Hey niña!, ¿quieres saber un secreto? y cuando le veo de nuevo tiene en sus manos una muñeca igual a mi, entonces me rio de miedo y de chiste, no soporto verme convertida en muñeca, entonces él me regala un payasito con su figura, eso se vuelve un juego de espejos, porque la escena se repite y se repite, me mareo.
Los espejos reflejan todo, incluso las sombras y el lado oculto de nuestro presente perfecto (pasado, presente, futuro). Los espejos del laberinto son de plata, tienen el poder de ser silenciosos, no hacen ruido, solo te llevan a un reino de quietud, ahí aprendes a estar quieta, te vuelve: adulta, niña, joven o anciana, solo te sirve para viajar, pero por medio de ellos ves como tu brillo interior se agiganta con tus sueños.
Por eso el laberinto da miedo, cuando avanzo para buscar la salida, los espejos reflejan miles de rostros, me pierdo y veo a mi papá y mi mamá, junto con los miles de miles de rostros iguales a ellos, me ven y sonríen, son como mis padres al infinito, tienen en sus rostros la continuidad de lo luminoso.
El laberinto tiene miles de pasajes y espejos, por eso al no encontrar la salida siento temor, puesto que eso es vivir atrapado en imágenes, soy su prisionero en fotografías hechas a voluntad, construidas con mis temores y mis alegrías; el último espejo no tiene imagen, refleja mi vida por los tiempos, es extraño pero siempre me veo alegre, feliz, es algo que brilla en mi interior, es algo que hace luz, algo que me acompaña, ese último espejo tiene el poder de transportarme a diferentes tiempos, me veo muy pequeñita, con mis padres abrazándome, me veo cubierta de pañales blancos, o en el momento que desperté con mi primer pensamiento consciente: “un intenso amor por estar en este sitio de luz” eso fue feliz, o en otro momento cuando pasaba horas y horas hablando con el espejo viéndome, hablando con alguien extraño muy parecido a mi. Los momentos felices saltan de todos lados, porque cuando uno sonríe se ilumina algo dentro de nosotros, es muy especial.
La vida es muy feliz en los espejos.
En ese laberinto no se tiene vergüenza por las imágenes, puesto que lo importante es un pequeño brillo que brota del corazón, fijándose muy bien, sale del corazón un destello hacia los hombros y el cuerpo, las imágenes y las apariencias nos atrapan.
Ese último espejo es para regresar al presente, es el retorno, por eso cuando mi muñeca no tiene la mirada viva, me preocupa mucho, por que algo esta muriendo en ella ¿o algo está muriendo en mi?.
Por eso mi muñeca está dormida, esta quieta, sin magia, como transformándose en humana, como si estuviese perdiendo su poder de construir sueños, tiene la vista fija, como una cosa que ve al horizonte por mirarlo, sin tener en cuenta la transparencia de los espejos.
Esta creciendo en años.
A lo mejor esta atrapada en el laberinto de rosas ¿estará atrapada en una montaña de azúcar? ¿o en el último espejo?.
El rincón de mis juguetes contiene al universo en una cajita de colores, pero no puedo cambiar la mirada perdida de mi muñeca, no camina, no se mueve.
Recuerdo el sueño de ayer y una multitud de imágenes, recuerdo una voz que canta con acento oriental RAON, GAON, entonces recuerdo, estoy creciendo, por eso pierdo algo del sueño, por eso el mundo de los viejos se aferra al último espejo, entonces sólo creo que lo viejo es real, debo decírselo a Rocío.
- Rocío, Rocío, despierta, tu y yo seremos siempre niñas.
- ¡Rocío, no debes crecer!
- ¿Rocío háblame?
Estoy creciendo, pero hablo con Rocío entre espejos y silencios, en los largos momentos que pienso en mis muñecas, sigo siendo parte del reino de los espejos, no quiero que Rocío sea grande. ¿Quizás por eso siento la boca amarga? por que dicen que cuando una crece la boca se vuelve amarga.

 

Una mañana de zoológico

Caralvá


Habíamos caminado la distancia necesaria para encontrarnos frente al zoológico. Mi papá me llevó ese día, extraña situación puesto que él casi nunca nos acompañaba a esas diversiones.
De uno en uno iban pasando niños y adultos, un letrero dice: “niños 0.50; adultos 1.00; escuelas 0.25;” inmediatamente pregunté: ¿papá las escuelas pagan 0.25?
No -dijo- son los alumnos los que pagan.
Me preguntaba si todos los niños del mundo van con sus padres a los zoológicos… ¿por qué se debe hacer fila para ver lo que uno desea? ¿los adultos hacen fila para todo lo que desean? ¿ para ver una estrella? ¿para saludar el vuelo de un ave migratoria?
Ir a un zoológico es recorrer un sendero marcado por rutas con nombres diferentes: ¡los leones! ¡los patos! ¡los monos! ¡las aves! y ¡donde están los refrescos y las galletas!
Yo estaba muy enojado ese día… ¿por qué los adultos deciden las rutas del zoológico? yo quería ver primero los monos, mi padre al contrario decía que por el orden deberíamos ir a ver a los elefantes, entonces tirábamos cada uno de una mano, él hacia la izquierda y yo a la derecha, esto no quiere decir que los niños seamos derechistas y los adultos izquierdistas, eso era cuestión de brazos, lo otro a lo mejor es cuestión de qué lado estén los animales más bonitos; pero ahí estábamos tirando cada uno de un brazo, tensionábamos nuestras manos, por supuesto que yo siempre ganaba, no porque le ganara en fuerza, sino porque sencillamente, no aguantaba mis lamentos.
Las rutas las terminaba haciendo yo, después de todo los adultos se equivocan cuando dicen que los niños no sabemos lo que queremos, claro que sabemos, queremos chocolates, galletas, chicles, refrescos, globos, pasteles y todo, todo lo que tenga sabor…. dulce.
El muy serio, me decía: tú debes callarte y de nuevo caminábamos sobre la ruta del zoológico. No entiendes que Charles Darwin, esto o lo otro, con un rollo que ni entendía..
Ahí íbamos, él seguía mis pasos, dando un círculo diferente sin respetar las normas del zoológico, de manera que entrábamos por la salida. Cuando la gente salía nosotros entrábamos, mi padre no podía decir nada, sólo me seguía.
Luego en el corral de las cabras, corrí a deshojar un arbusto para darle hojitas verdes a las cabritas, ellas en tropel se acercaban a comer los pedazos de clorofila portátil que les ofrecía, mi padre veía alrededor por si los guardias nos observaban, luego corría de nuevo al encuentro de otra jaula y otra y otra, mi gobernabilidad era la imaginación, no el orden establecido.
¿Por qué los adultos no hacen uso de su imaginación?
Corría de un sitio a otro, de lugar en lugar.
De pronto, me detuve frente a los monos, ellos daban saltos, corrían sin detenerse, escalaban las rocas y luego saltaban a las ramas cercanas, uno de ellos colgado de una rama desde la extensión de su cola, se columpiaba al tiempo que bebía agua, rozando el rostro del lago, se veía como un capullo de algodón surfeando sobre la pista acuática; otros monos durmiendo plácidamente recibían el sol, a la manera de los veraneantes en cualquier sitio turístico del mundo.
Yo corriendo de un lado a otro, mientras mi padre se entretenía en cosas menos importantes, para él importante era leer los carteles descriptivos de los animalitos: Clase: Mamalia, Orden: Primate, Familia: Simia.. para mí, importante era ver la mirada de los chimpancés, los pequeños chimpancés abrazan a sus madres con una fuerza sorprendente, luego ella los besa, los espulga, los arrulla y pasa mucho tiempo contemplando a sus críos, existe una correspondencia entre mamáchimpancé y sus críos que uno no puede dejar de pensar que son humanos; entonces mi padre cansado de ver los mismos animales, se adelanta un poco y me dice: ¡Nosotros descendemos del mono!
-Bueno -le contestó- algunos descenderán, porque mi mamá dice que de mis abuelos.
Un mono había tomado una lata de Cola, daba golpes y producía un ruido inconstante, los otros monos corrían tras él, mono y lata se convertían en un punto de atracción, fascinado por las escenas de juegos me quedé quieto un momento, mi padre también observó a los pequeños simios, y me dijo: ¡nosotros descendemos de los monos!.
-Qué -respondí con energía-.
-¡Sí, los monos son nuestros antepasados!
-¡Ja, Ja, Ja ! ¡no es cierto!
-Sí, hijo, hace muchos años, nosotros fuimos monos.
-¿De verdad?
-Si.
-¿Por eso mi mamá nos dice a cada rato, ¡monos por favor, quietos un momento!
-No por eso no.
-Entonces entiendo, porque somos descendientes del mono.
¿Por qué?
-Porque mi mamá siempre me dice: vos mono, igualito que tu papá, cuando comes helados o hasta en la forma que mirás.
-No tampoco por eso. No entendés, sos un mono cagado.
-Ves vos también lo decís.
Entonces se enoja, se calla y mira al horizonte, ese día salí corriendo al puente, entre la isla de los monos y donde están las guaras, me gusta saltar en ese puente, una gran onda saltar, pero me cuidaba que no me vieran los guardias.
Todo hubiese sido de lo más feliz, de no haberme perdido…
Vagué por otros sitios, me confundí con la gente, no veía a mi papá, un sentimiento de angustia me invadía, una sed de ver a alguien conocido y tenía miedo, no sabía donde ir, ni a quien preguntar.
Decidí regresar donde estábamos, crucé de nuevo el puente, observé por aquí por allá, nada. Entonces una sensación de soledad me apretaba la garganta y lloraba. Me senté un rato en una piedra a llorar.
De pronto una mano tocó mi hombro al tiempo que una voz conocida me decía: “ ves mono, ya te habías perdido” “no llores, no llores, los hombres no lloramos”.
-Sí, ya sé.
-Entonces
-Es que estoy llorando como mono, no como hombre, porque me dio mucho miedo.
-Bueno hijo, pero ya no llore, porque entonces, ya no se va a poder comer este sorbete, mire qué bueno está.
Y seguimos recorriendo el zoológico, tomados de la mano, él con su mano derecha y yo con la izquierda, tirando cada quien por su lado, confundiéndonos entre la gente, una mañana de noviembre al visitar el zoológico.
Años después todavía recuerdo el momento de angustia al perderme entre la multitud.
Y era cierto, sólo era un mono en ese momento.. un mono cagado precisamente… de miedo.

 

Buena onda la familia

Caralvá

a Rodrigo

El amor se le fue subiendo por la timidez como una enredadera, hasta llegar al alma.
Salarrue.

El anuncio de periódico sólo decía: Familia: una obra de arte.
Decidimos ir.
La decisión y la aventura son hermanas gemelas, tiene las alas del desafío.
Ahí estábamos en el edificio de cristal, dispuestos a encontrar en la exposición algo que de seguro habíamos extraviado en algún momento de nuestra vida; los humanos somos descuidados y perdemos la fantasía al encontrarnos con todo lo que nos obliga repetir, hasta que la memoria se nos agota, entonces paradójicamente es el momento de crear.
Descuido, memoria y creación, una trilogía que manejamos desde nuestros primeros pasos.
Lo maravilloso en nuestros primeros años, poco a poco va dejando de ser importante, lo que nos llena de alegría y emoción en nuestra vida como: descubrir un beso de nuestros padres, el calor de un abrazo en una noche de invierno, saber que contamos con alguien en cualquier momento de nuestra pequeña vida, con el tiempo es desplazado por otras cosas, quizás por eso la palabra “descuido” no sea tan afortunada, quizás la palabra debería ser distracción o pérdida del sentido de lo maravilloso, que a fin de cuentas es un… “extravío”.
Por ello la exposición: Familia: una obra de arte, me producía cierta ansiedad de encuentro.
Nuestra sociedad desde hace mucho padece de amnesia por la alegría. No nos damos cuenta que hemos olvidado la alegría que nos produce dar un salto en una rayuela dibujada en el suelo, leer un cuento y meternos en sus páginas, encontrarnos navegando junto al Almirante Cristobal Colón, y animar a Neil Armstrong a dar un salto en la luna, un 21 de julio de 1969.
De seguro que la Familia: una obra de arte, era una gran colección de cuadros ¿qué otra cosa podría ser? sino cuadros en colección de grandes… descubrimientos.
No obstante la desesperación del descubrimiento, es un encuentro mágico de ver en los cuadros, algo que nos describiese tal como somos. Por eso Ernesto Sábato en El Túnel, detalla un diminuto cuadro que mágicamente sirve de comunicación entre el pintor y la asistente a una galería.
Y su novela tiene un final insólito, por ello nuestra presencia en el evento tenía muchas asociaciones de novelas e imágenes extraordinarias.
Una vez dentro de la exposición, pudimos confirmar lo que sospechábamos , la presentación era de cuadros, toda una historia de familias en movimiento, aunque ahora que lo pienso mejor deberíamos llamarles : hologramas de todos los tiempos, eran, si lo caracterizamos rigurosamente cuadros en movimiento.
Mussorgsky había realizado algo semejante con su obra musical “Cuadros de una exposición”, describiendo en su música detalles de : El Gnomo, El viejo Castillo, Bydlo, El Mercado de Limoges, La Gran Puerta de Kiev, Tullerías etc.
Una vez en las espaciosas galerías del edificio de cristal, podíamos observar detenidamente las pinturas, óleos, acuarelas y lienzos con imágenes de colores.
Entonces recorrimos esa enorme sala de exposiciones , video tras video -digo- cuadro tras cuadro.
Había familias y familias, era un museo de las familias del mundo, de todas las épocas, de todos los tiempos.
Familias fantásticas descritas en los libros del sánscrito: lemures, atlánticas, familias del Popol Vuh, mayas, toltecas, finalmente familias actuales latinoamericanas.
En algún punto de ese recorrido pude verme…
-Levántate Rodrigo ¿no vas a ir con tu papá?
-Si mamá ya voy.
Ese era un encuentro de memorias, de suelos rurales, de cultivos fecundos teñidos de verde con oro de los maizales.
Y la caminata era desde muy temprano, hasta el mediodía.
El aire caliente en confabulación con nuestra camisa se aferraba a nuestra piel, camisa y piel sin previo aviso juntitas una con otra, solamente se pegaban, eran dos en una, mojadamente cómplices, con el ritmo horario de mediodía y llenas de un sol luminoso.
Ahí íbamos hacia adelante, al encuentro del pasado. Mi padre me hablaba de pueblos llenos de oro, del trabajo en los sembrados de maíz, de caminatas a la escuela en medio de madrugadas azules, de escolares en el retorno a casa sorprendidos por un coro de pericos rumbo al sur, de migraciones hacia el horizonte, de lecturas con letras incomprensibles y misterios en los bordes de las montañas.
El sol era lo mismo que una cadencia sonora de diamantes.
Vivir un cuento en pleno día, era lo que me gustaba al ir a ver a mis abuelos.
Existía entonces la magia de saltar de la realidad al cuento y del cuento a la realidad…a la mitad de unas cuantas palabras de mi padre.
Recuerdo los cuentos.
Recuerdo la voz.
En el camino, iba saltando de piedra en piedra, con eso me garantizaba no cansarme, por lo menos me esforzaba en ello para mantener ese espíritu en mis pies, la caminata era un juego, era la incursión saltarina hacia el encuentro con mis parientes.
Tíos, tías, primos, primas, nuestra raza era pobre en bienes materiales, pero eso no nos impedía ser inmensamente felices por tener una familia así, al solo llegar nos organizábamos en cuadrillas de primos y primas, dispuestos a explorar los alrededores, entonces salíamos en expedición a los arrollos y los ojos de aguas, nos colgábamos de los bejucos, gritando UUUUUEEEEEEE, UUUUUUEEEEE, hacíamos trapecios que bordeaban los barrancos y pasábamos horas columpiándonos hasta que el inevitable accidente nos atrapaba entre el suelo y los chiribiscos; es acción nos hacía repetir el mismo gritote: uuuuueeeeaayyyyyy ¡ay! ¡ay! ¡ay! entre el dolor y la risa de los primos.
Eso era tener un sentido del peligro que desafiaba a nuestra imaginación, nosotros le apostábamos a vencer los barrancos con bejucos y también cuando nos tirábamos de cabeza en las pozas, la verdad éramos cabezones, después de todo buscábamos estar juntos, éramos socios de los juegos, de la exploración y éramos los primos. Y supuestamente llegábamos cansados por la distancia, pero con los primos, tíos, amigos y las aventuras a la espera, no deseábamos detenernos.
Descanzar no era el reposo que buscábamos.
Los prados llenos de flores violetas azules en los bordes y blancas en su corola, arbustos de Cinco Negritos, muchas flores conocidas como gallinitas, enredaderas, arrollos, mariposas, pájaros, en fin la lujuria del campo explotando en vida.
Ahí está mi perro Dorado, el prado verde, los cafetales, la casa, mi abuelo Don Encarnación, mi abuela Doña Juana, en los alrededores de la casa están los bosques, de donde salen los colores verdes y rojos de los cafetales, las mariposas amarillas y naranjas que saltan sobre montañas de flores, el horizonte celeste y al final el mar.
No podía olvidar que mis abuelos venían de los campos y eso era memoria, veía los campos y pensaba en mis abuelos, tíos, primos, hermanos y me sentía dichoso. Los campos son ilimitados, esa era mi familia, con mi memoria al infinito, ligada a la tierra, ligada a los recuerdos de los abuelos.
Había mucha alegría en los campos, de seguro porque las distancias no se detenían en los muros.
Y mi viejo me hablaba de esfuerzo, de ese rigor de enfrentar la vida, con la actitud firme para desterrar el temor: “nunca temas a nada hijo, puesto que el temor es una actitud ante la vida” “debes ser valiente, un águila no puede ser nunca una gallina, aunque viva en un corral”…
-Si, -le contestaba-.
-Recuerda que tu abuelo te ha regalado una pluma de águila.
Mi abuelo Don Encarnación, consagrado más que un vino rojo a la devoción del Reino de Dios, era un hombre de fe, no obstante mi bisabuelo Don Rosalío le reprendía diciéndole que Dios necesita mucho trabajo, no sólo oraciones.
Mi abuelo me regaló una pluma de águila, que había sido un regalo de Don Rosalío, que él había recibido de otro abuelo.
Esa pluma la guardaba siempre en mis bolsillos, era una pluma de oro con la forma de águila.
Así llegábamos a la hora del regreso a casa.
Mi padre entonces daba la señal de retorno.
Y aquellos atardeceres prematuramente oscuros, nos encontraban al borde de pequeñas tragedias, como cuando el transporte nos dejaba y debíamos recorrer forzosamente unos kilómetros, en medio de calles plagadas de ruidos y montes llenos de penumbras.
Caminábamos y eso era bastante.
En los momentos de dificultad, mi padre repetía que la esperanza muere al último, que nada en este mundo era capaz de transformar un águila en un pollo y nosotros éramos… águilas.
Y finalmente llegábamos al transporte y llegábamos a casa
Esas noches, eran un recuerdo de imágenes.
Soñar.
Recuerdos.
Mis abuelos.
Mi perro.
Una familia que incluía al universo y lo maravilloso.
Montañas.
El Mar.
La casita.
Y nosotros vagando por aquellos sembrados de esperanzas.
Y el silencio invadía mi habitación en la ciudad, me dormía con un libro entre las manos y leía el cuento del Mandarín Chino, luego pensaba en los cafetales y sobre las tremendas distancias que se pueden alcanzar con la mano.
Tener una familia así, era un sentimiento de santuario.
Buena onda la familia.
En ese instante, mi mano tocó el cuadro familiar.
Estaba dentro y fuera del cuadro.
Un vigilante me dijo:
-Señor, los cuadros no se pueden tocar.
-Sí, sí, -disculpe usted- es tan extraordinario.
-Sí, usted ha pasado horas viendo ese cuadro.
-¿Horas?
-Sí, hasta que lo tocó.
Retornábamos a la realidad, algo me decía que lo maravilloso estaba en ese esfuerzo por encontrar la felicidad más allá de nuestras limitaciones.
Y salimos de la exposición, y yo no sabía si era parte de un cuadro o el cuadro era parte mía.
En mi mente las palabras de mi padre repitiendo: “un águila no puede ser nunca una gallina” me golpeaban como los últimos sonidos de un sueño intensamente vivido y luego salía de la exposición.
Sin embargo en mi bolsa apareció una pluma de águila. Aquella plagada de infancia y oro.
No lo podía creer.
Ahora que lo pienso mejor, esa galería fue un encuentro con lo maravilloso, en una exposición con el tema: Familia: una obra de arte.. que buena onda la familia.



Nota :
Premio Nacional de Cuento 1993
Secretaría Nacional de la Familia.
Representó a El Salvador en San José Costa Rica, ese mismo año.

http://www.barquita.com/nildafasce/cuentos.html

Friday, February 24, 2006

 

La muerte de un visionario

Caralvá

Nada en este mundo es eterno, ninguna generación humana ha conocido el mismo mundo, ni respirado el mismo aire, todo, excepto el sol que parece vigilante en el cielo aparenta ser inmortal, todo lo humano perece en un momento… incondicionalmente.
En nuestro pequeño mundo, todos nos conocemos, la vecindad en los pasos de amigos o enemigos es posible escucharla al borde de nuestras puertas, y mucho más cuando nos adelantan cobros de diversa índole, llegan en su momento a pesar de nuestra voluntad.
Así la vida transcurre bajo diversas condiciones del llamado tiempo histórico, que inmerso en ese criterio crea escenarios donde ejecutamos nuestra propia vida, convencidos de realizar lo mejor, este mundo es un juego de espejos, como las monedas, todo tiene un envés y un revés, incluso la belleza tiene un lado oscuro destructivo, el cual llama a la acción desde su halo de serenidad.
La muerte no tiene agenda fija, ella solo cobra viejas deudas y ejerce su función con enérgica precisión, después todo termina en silencio.
Cuando un hombre o una mujer con visión social muere, parte de su discurso vital continúa viviendo en sus amigos, corresponde a la posteridad juzgar su obra, porque aquella visión amada-odiada, es la lectura irrenunciable del juego de espejos que conforma nuestra sociedad.
Las tradiciones árabes señalan que todos los muertos son buenos, de cierta manera es uno de los mejores criterios democráticos, la igualdad tan soñada en este planeta de vivos, solo la encontramos en la muerte, ahí todos somos iguales, ella nos termina coronando con ese signo irrenunciable y definitivo.
Algunos pueden juzgar de locos los juicios de estos seres visionarios, algunos pueden alegrarse de su muerte, pueden imaginar festines de comparsas en cortejos de carnaval, pero junto a esos trinos triunfales estarán los que no tiene nada de que festejar, nada que alivie su tristeza, nada que consuele el vacío de un amigo o amiga al cual no verán nunca más.
Para aquellos que se alegran de la muerte de un ser humano y desean bailar sobre la tumba del feroz oponente, habrá que recordarles que de este mundo nadie sale vivo y entonces la moneda tendrá el mismo revés, para ajustar cuentas de sus delirantes acciones.
Al final en nuestra patria, proclamar la fe, pregonar otros reinos, trabajar por la justicia, construir un mundo mejor para los pobres, alimentar a los hambrientos, trabajar por la paz, no es patrimonio de ninguna ideología, es continuar quizás a pesar de su diminuta sencillez, una obra de amor, aquella que dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” que a la luz del Nuevo Testamento incluso se transforma en: “amarás a tus enemigos”..
Mateo 5,43-48. Cf. Lc 6, 28.
La muerte no derrota los sueños de nadie, es la vida la que acaba con las pequeñas cosas que dejamos abandonadas: un ideario del mundo, la amistad de todos, la nación que construimos, la realidad insospechada hace 50 años, porque a pesar de todo, en ciertas ocasiones cada quién camina por su lado, incluso con objetivos opuestos, en otros momentos caminamos juntos, hombro a hombro, porque la nación lo demanda y la paz lo requiere.
Hace 50 años, pensar en la democracia eran sueños imposibles, relatos disparatados, imágenes incoherentes, monólogos de locos, ahora por la contribución de seres visionarios heredamos lo poco que tenemos y nos harán falta otros 50 años para lograr intentar construir un mundo mejor, pero al menos los primeros pasos ya orientan nuestro camino. Nuestra nación ya no será la misma y la historia nos llama a continuar.

http://www.latribunahispana.com/news/one_news.asp?IDNews=10344

http://www.simpatizantesfmln.org/index.php?name=News&file=article&sid=374

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